¿Qué es la sobremesa?

La sobremesa no es solo una pausa. Es un arte.

La sobremesa es una práctica cultural común en los países hispano-parlantes. Se refiere al tiempo que pasamos en la mesa después de comer—hablando, riendo, hasta chismeando—digiriendo tanto la comida como las ideas. No es un cafecito rápido ni una despedida apresurada. Es una pausa preciada, un ritual de conexión en el que la comida termina, pero nadie se levanta.

No tiene un equivalente exacto en inglés. En México, como en muchas culturas hispanohablantes, la sobremesa es una parte esperada de cualquier comida—un espacio donde el tiempo se suaviza, la conversación se profundiza y la mesa se convierte en escenario de historias, debates y alegría. Puede durar unos minutos o extenderse por horas. A veces hay postre, otras veces solo otra ronda de bebidas, pero el ingrediente principal es la presencia.

Para mí, la sobremesa siempre ha sido el lugar donde surgen las mejores conversaciones. Al crecer como mexicoamericana—de aquí y de allá—aprendí que las comidas no solo alimentan el cuerpo, sino también el alma. Ya sea reunida alrededor de la mesa de la cocina en Nueva York o sentada afuera junto al portón en México con mi familia, vi cómo la comida nos conecta con la historia, la cultura y entre nosotros. Las preguntas que siempre me han fascinado—¿Por qué comemos lo que comemos? ¿Por qué tomamos lo que tomamos?—nacieron de esos momentos.

Esta espacio es mi sobremesa digital, una extensión de esa curiosidad. Aquí exploro las historias, tradiciones y encrucijadas culturales que dan forma a lo que comemos, bebemos y celebramos. Desde el viaje de un ingrediente hasta la evolución de un platillo, me sumerjo en los sabores y relatos que han cruzado siglos y continentes. A veces también tocaré temas más allá de la gastronomía, porque en la mesa, la conversación fluye en todas direcciones. Algunas entradas estarán en inglés, otras en español, pero mi intención es escribir todo en ambos idiomas.

Así que toma asiento, sírvete otra copa y quédate un rato. Porque las mejores conversaciones—y los mejores descubrimientos—suceden en la sobremesa.